viernes, 6 de abril de 2012

Según dicen, cuando te encuentras en las últimas no puedes hacer otra cosa que pensar en los tuyos, en todo lo que has hecho y en lo que has sentido pero, sobretodo, no dejas de pensar en lo que nunca llegaste a hacer: lo que decidiste dejar para un día que hiciera más sol o un poco menos de calor, de aquel paso que nunca diste, de aquel acantilado por el que nunca saltaste, aquellas palabras que callaste o esos besos que no robaste. Todas aquellas cosas que ya no podrás hacer.
Yo no quiero eso, no quiero que llegué ese día y me tenga que arrepentir por todas las aventuras que me dejé por el camino, por todos las historias que podría haber vivido, por cada una de las oportunidades que perdí, por las personas que me pueda haber dejado por conocer y a las cuales echaré de menos en ese momento ya que podrían haberme dado algún capítulo más de vida puesto que al final, la vida no es más que eso. La cantidad de ella que encontramos en los años y no los años que hemos tenido.
Y ahora, que aún estoy a tiempo de empezar a vivir de verdad me pregunto: ¿Vale la pena sufrir por tonterías? Hay cosas que son difíciles de superar, claro. Pero hay otras que no, que simplemente se trata de pasar una página que aunque parezca pesada y difícil de mover, es ligera. Hay que aprender a defender la felicidad, porque mientras tengas eso, mientras no pierdas momentos de vida amargado y triste por sucesos sin mera importancia podrás llegar al día en que todo pase ante tus ojos como una película y decirte: Yo he vivido.


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